En un mundo de relativismo, la Biblia habla en términos de bien y mal, lo bueno y lo malo, sí y no, verdad y falso. En un mundo en que se nos estimula a hacer algo “si se siente bien,” la Biblia habla de lo que es pecado y de lo que es santo. Las Escrituras nunca nos dejan con una mirada aturdida en nuestra cara, preguntándonos sobre las cuestiones de la vida. Dice, en efecto: “Las cosas son así; y las cosas no deben ser así. Así es como se debe andar; no vayas allá.” Lo dice directamente. Provee el cimiento sólido que usted y yo necesitamos.

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Si se me concediera un deseo para el pueblo de Dios, sería que todos volviéramos a la Palabra de Dios; que nos diéramos cuenta de una vez por todas que el Libro de Dios tiene las respuestas. La Biblia es la autoridad, el lugar final de reposo de nuestros cuidados, preocupaciones, aflicciones, tragedias, tristezas y sorpresas.

En un mundo de relativismo, la Biblia habla en términos de bien y mal, lo bueno y lo malo, sí y no, verdad y falso. En un mundo en que se nos estimula a hacer algo “si se siente bien,” la Biblia habla de lo que es pecado y de lo que es santo. Las Escrituras nunca nos dejan con una mirada aturdida en nuestra cara, preguntándonos sobre las cuestiones de la vida. Dice, en efecto: “Las cosas son así; y las cosas no deben ser así. Así es como se debe andar; no vayas allá.” Lo dice directamente. Provee el cimiento sólido que usted y yo necesitamos.

Pero espere. ¿Por qué este Libro califica como nuestra autoridad final? La oración más larga del Señor Jesucristo anotada en toda la Biblia está en el capítulo 17 de Juan. Mientras oraba, Jesús le dijo al Padre: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” . (Juan 17:17).

Estoy muy agradecido porque ese versículo consta en la Biblia. ¡Qué afirmación tan absoluta de los labios de Jesús! “Tu palabra es verdad.” En cuatro palabras hallamos la base de nuestra creencia en la veracidad, confiabilidad, y la fuente de las Escrituras. Esto no es consejo humano; es la verdad, consejo divino.

¿Qué se necesita para hacernos libres? La verdad. Sí, la verdad. Fue Jesús mismo quien prometió una vez: “conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). 

Francamente, ese conocimiento hace algo en uno. Cuando uno se da cuenta de que las letras impresas en la página que uno está leyendo son, en realidad, el mensaje de Dios, la Palabra de Dios, eso se destaca. Absolutamente único . . . en una clase propia en particular. Piénselo de esta manera: el Libro de Dios es, por así decirlo, la voz de Dios. Si nuestro Señor se hiciera visible y volviera a la tierra y hablara su mensaje, sería de acuerdo a este Libro. Su mensaje de verdad encajaría exactamente con lo que se lee en las Escrituras. Esto es la opinión, consejo, mandamientos, deseos, advertencias del Señor; su propia mente.

Así que lo que tenemos es la preservación de un texto inerrable. Dios inspiró su mensaje a los escritores humanos, quienes, sin perder su propio estilo y personalidad, escribieron la verdad de Dios bajo su control divino (ver 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:19-21). Y debido a que el Espíritu Santo supervisó el proceso en su totalidad, no hay absolutamente ningún error en las mismas palabras del texto original.

El punto crítico de la confianza de uno en la Biblia se relaciona directamente a la confianza de uno en la inspiración de ella. ¿Podemos estar seguros de que la Palabra de Dios está libre de error, y por consiguiente, merece nuestra confianza? Absolutamente y sin reservas.

La Biblia consiste de sesenta y seis libros, escritos por cuarenta escritores diferentes, en un período de unos 1500 años, en tres continentes, y en tres idiomas; y sin embargo la Biblia tiene un solo tema consistente y redentor: la salvación sólo por gracia mediante la fe sola en Jesucristo. ¿Cuáles son las probabilidades de tal unidad, en medio de tal diversidad, si la Biblia no fuera divina?

Para otro ejemplo, considere la arqueología. La pala del arqueólogo ha desenterrado numerosos hallazgos fascinantes que respaldan la credibilidad y confiabilidad de la Biblia. En una entrevista reciente en nuestro Insight’s Archaeology Handbook (Manual de Arqueología de Insight), el arqueólogo Bryant Wood anota:

Los hallazgos arqueológicos han revolucionado nuestra comprensión de la Biblia. Mediante los descubrimientos de la arqueología, tenemos textos antiguos que nos ayudan a comprender mejor los idiomas originales de la Biblia, así como también el mundo de la Biblia. Las personas, lugares, historia, religión y cultura material de la Biblia se entienden mejor como resultado de los hallazgos arqueológicos.

La Palabra de Dios es confiable. Es más, sigue siendo verdad hoy. Asombroso, ¿verdad? Este libro antiguo, inerrable, es confiable, incluso en el siglo veintiuno.

Es la verdad sencilla de la Biblia lo que lo mantiene a uno en calma en las situaciones más alarmantes. No es simplista, sino sencilla. La verdad profunda que la Biblia nos da es como una frazada abrigada que nos envuelve en una noche lúgubre y fría.

Permítame concluir con tres preguntas rápidas: ¿Quiere usted estabilidad? ¿Le gustaría tener perspectiva? ¿Desea tener madurez? ¡Por supuesto! Ni dudarlo. Todo eso, y mucho más, se puede hallar en la confiable Palabra de Dios. Incluso si usted pasa la mayor parte de su año cuestionando la autoridad de Dios, preguntándose en cuanto al Libro de Dios, no siga preguntándose y cuestionando.

Vuelva a esta raíz de verdad. Apóyese en ella. Empiece hoy. Le sostendrá. Le mantendrá fuerte. Calmará sus temores. Cuando se trata de la “autoridad final” en la vida, la Biblia llena los requisitos

 

 

 

 

 

 

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En un mundo de relativismo, la Biblia habla en términos de bien y mal, lo bueno y lo malo, sí y no, verdad y falso. En un mundo en que se nos estimula a hacer algo “si se siente bien,” la Biblia habla de lo que es pecado y de lo que es santo. Las Escrituras nunca nos dejan con una mirada aturdida en nuestra cara, preguntándonos sobre las cuestiones de la vida. Dice, en efecto: “Las cosas son así; y las cosas no deben ser así. Así es como se debe andar; no vayas allá.” Lo dice directamente. Provee el cimiento sólido que usted y yo necesitamos.