Por mucho tiempo no comprendía cómo funcionaba la industria automotriz. Yo pensaba que cuando una persona quería un automóvil, simplemente iba a su distribuidor local, pateaba un par de llantas y realizaba un pedido con un vendedor. Creía que cuando las oficinas centrales de la compañía recibían la orden, iban a la fábrica a buscar el volante, el cromado, el sistema de navegación y otras partes. Algo así como preparar una comida rápida en la cocina. Algo sencillo, ¿verdad? ¡Totalmente equivocado!
Me asombró descubrir que una vez que se ordena un auto del distribuidor, una computadora inicia una docena de contactos alrededor del país. En un lugar se hacen los motores; en otro las partes de vidrio y plástico. En otro lugar se fabrican los volantes y en otro las alfombras y la tapicería. Y después esperamos que a su debido tiempo todo llegue a la planta de ensamblaje. En corto tiempo, un auto nuevo y brillante es transportado por un camión que lo llevará a su destino.
Qué preparación tan notable. Se requiere tener un plan.
Ahora bien, si las personas pueden idear un plan organizacional tan complejo como este, imagínese cuánto más eficiente era el plan de Dios hace más de dos mil años. Me refiero a los eventos perfectamente sincronizados que rodearon el nacimiento de nuestro Salvador. Con seguridad, no fue una casualidad.
Dios tenía un plan. La Escritura nos lo asegura:
Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo. Gálatas 4:4
Qué declaración tan asombrosa. En el momento correcto, precisamente como Dios lo había planeado y de acuerdo con un plan que Él había ideado antes de la fundación del mundo, el Mesías entró a escena en la humanidad (Juan 17: 24; Apocalipsis 13: 8;17:8).
Cientos de años antes, Miqueas profetizó que el Mesías nacería en Belén de Judea. Y así fue. Tal vez usted diga, ¿pero yo pensaba que José y María vivían en Nazaret de Galilea? Así es. ¿Y no es cierto que esos lugares están separados por muchos kilómetros? Sí. En aquella época viajar de Belén a Nazaret tomaba literalmente varios días. ¿Entonces . . . cómo? Déjeme explicarle ya que ese es solo un pequeño detalle del plan, especialmente si uno considera que María estaba en sus últimos días de embarazo. La única manera en que José y María podrían ir a Belén en esa época era haber sido obligados a viajar. Eso se arregló fácilmente. César Augusto realizó un censo que obligaba a José a registrarse en persona en la ciudad de sus raíces familiares. Miqueas, ¿cuál era el pueblo que mencionaste? Era Belén (Miqueas 5:2; Mateo 2:5; Lucas 2:1-4).
Pero antes que el Salvador naciera, se necesitaba también un medio natural de comunicación. En otras palabras, un lenguaje familiar que pudiera difundir rápidamente la noticia. Eso también fue sencillo. Gracias a la helenización del mundo de Alejandro Magno unos siglos antes, el griego koiné se había convertido en un idioma universal por el cual el mensaje del Evangelio podía ser difundido rápidamente a través de las plumas de los evangelistas y los apóstoles. También se necesitaba de un sistema internacional de carreteras que pudiera llevar ese importante mensaje alrededor del mundo a través del imperio romano. Antes de la conquista romana eso no era común pero una vez que los romanos controlaron el mundo, su sistema de caminos se volvió una realidad. Gracias a un censo inconveniente, un idioma universal y caminos altamente mejorados, el Mesías nació justamente en el lugar y en el momento correcto.
El mundo casi no se dio cuenta de este bebé. Después de todo los romanos estaban muy ocupados edificando y conquistando. César Augusto estaba ocupado con su censo. En realidad, estos gobernadores simplemente eran un trazo en la página profética de la historia, simples piezas de ajedrez movidos por un Dios soberano. Dios tenía un plan . . . y todavía lo tiene.
Cada año en diciembre, reflexiono sobre la manera en que Dios ha dirigido nuestras vidas en los últimos doce meses. Me emociona ver cómo Dios va guiando el ministerio de Visión Para Vivir en una dirección que había planeado mucho antes de este año. Nuestra visión de llevar la Palabra de Dios a países alrededor del mundo es en realidad el plan de Dios. Y usted es parte de ese plan. Estoy seguro. Juntos lo estamos logrando y por medio de la gracia de Dios seguiremos adelante.
La Navidad es una época que me fascina. La manera en que Dios puso a Su Hijo en el lugar correcto y en el momento adecuado hace veintiún siglos hace que la planificación de la industria automotriz en la era actual parezca un juego de bloques.
Ahora que lo pienso. Ese plan soberano también es verdadero en nuestras vidas, ¿no es así? Dios tenía un plan… y todavía lo tiene. Así es cómo Dios obra.
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