Un artículo de reflexión con base en San Juan 1:1-18.
Seguramente muchos estarán de acuerdo con el pensamiento que nuestra Navidad esta cargada de mitos y leyendas que no tienen nada que ver con la navidad cristiana. A muchos evangélicos les preocupa el lugar que ocupa en esta festividad: el arbolito, Santa Claus, los regalos y las luces que adornar de una manera tan especial las calles de nuestra ciudad. Sin pretender responder a los interrogantes que despiertan estos símbolos navideños, hay un asunto mayor que debe causarnos profunda preocupación. El problema no radica en que, si armamos o no el famoso arbolito navideño, tampoco se encuentra en el legendario y simpático hombre vestido de rojo, ni mucho menos en las luces que adornan nuestra ciudad. Estos son ni más ni menos que simples distractores comerciales. Pero, siendo sinceros debemos estar conscientes de que estos no son los únicos distractores que tenemos en la vida cristiana.
El asunto crucial, querido lector, no se encuentra en los navideños distractores comerciales de hoy. El problema radica en que hemos empequeñecido el majestuoso y escandaloso misterio de la encarnación. Los elementos que forman parte de nuestra Navidad: las ilustraciones de las tarjetas navideñas, los villancicos, los colores de las luces, se han vuelto tan conocidos que resulta fácil olvidar el mensaje que se encuentra en la navidad cristiana: Jesús vino a revelarnos a Dios, o si quiere hacerlo más vistoso:
“DIOS SE HIZO UNO DE LOS NUESTROS”
Los acontecimientos de la Navidad apuntan en forma inexorable hacia lo que parece ser una contradicción en términos: “Dios hecho Hombre”. El Dios que vino a la tierra no vino como un torbellino violento ni como fuego devorador. De manera inimaginable, el Hacedor de todas las cosas se fue haciendo más y más pequeño, tan pequeño como un óvulo, un solo óvulo fecundado, apenas visible a simple viste, un óvulo que se iría dividiendo y subdividiendo hasta que se formó un feto, creciendo célula a célula dentro de una nerviosa adolescente. Tal como se maravilló el poeta John Donne al escribir: “la inmensidad enclaustrada en tu querido vientre”, o como escribió de manera más sencilla y profunda, el apóstol Pablo: (Dios) “se despojó a sí mismo… hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7)
Querido lector, festejemos y vivíamos a pleno la Navidad que anuncia el acontecimiento histórico que es: Único, Inexplicable y Misterioso que provoca escándalo a la mente aún del más grande pensador: “Dios se hizo hombre” …Si, y ¡¡fue por amor!!
OH PROFUNDO, INMENSO AMOR Himno 175, Celebremos su Gloria ¡Oh, amor, profundo, inmenso amor! De gozo llena el corazón Que el Dios eterno, en su bondad, Tomara forma corporal. Fue por nosotros su oración, Su enseñanza y su labor: Jamás buscó su propio buen; Se hizo siervo, siendo Rey El por nosotros padeció Blasfemias, burlas y dolor; Y para darnos vida y luz Halló la muerte en una cruz. Mas en su triunfo el nuestro está, Y junto al Padre, nuestro hogar; Nos da su espíritu, y en él Hallamos gozo, paz, poder.