Estoy completamente confundido… No puedo enumerarlas veces, a través de los años, que he escuchado esta pregunta.
Probablemente pudiera hacer una lista de por lo menos diez maneras de cómo Dios guía a sus hijos hoy, pero me limitaré a cuatro que pienso que son los métodos más importantes en cuanto a la dirección de Dios.
1. Dios nos guía a través de su Palabra escrita.
Como bien dijera el salmista:
Siempre que usted vea la frase bíblica «es la voluntad de Dios», tenga por seguro que esa es su voluntad. Usted también sabe que desobedecer es pisotear su Palabra. Los preceptos y principios que contienen las Escrituras son también indicaciones claras de su dirección.
Los preceptos son declaraciones precisas tales como: «Apartaos de la inmoralidad sexual.» Es como decir: «Límite de velocidad 55 km por hora.» ¿Qué es exceso de velocidad? Todo lo que sea más de 55 kilómetros por hora. Ese es un precepto.
Luego están los principios de las Escrituras; estos son pautas generales que requieren discernimiento y madurez si queremos comprenderlos. Pablo escribe acerca de «la paz de Dios» que guarda y dirige nuestras mentes y corazones (Filipenses 4.7). Es como el aviso que dice: «Conduzca con cuidado.» Esto puede significar 65 Km por hora en una autopista despejada, o bien 15Km por hora en una curva cubierta de hielo. Pero siempre significa que debemos estar alertas y conscientes de las condiciones; siempre significa que tenemos que tener discernimiento. No hay un aviso lo suficientemente grande que enumere todas las opciones que usted tiene cuando está detrás del volante. Por lo tanto, usted debe conocer las reglas del tránsito, obedecer las señales que hay, y utilizar toda su pericia junto con su discernimiento.
2. Dios nos guía a través del impulso interior del Espíritu Santo.
Lea las siguiente palabras con sumo cuidado:
El impulso interior del Espíritu Santo nos da una sensación de la guía de Dios, aunque esa guía no es siempre lo que pudiéramos llamar una «experiencia grata.» En cuanto a mí y como antes mencioné, la decisión de aceptar el rectorado del seminario de Dallas no fue fácil. Finalmente, fue una decisión en paz, pero no fue lo que yo habría querido o escogido. Yo encontré todas las maneras de ofrecer resistencia cuando me fue ofrecido el cargo. ¿Se acuerda de esa carta de dos páginas, con todo bien pensado y justificado, llena de la Palabra de Dios? Ella habría convencido a cualquiera de que yo no era la persona adecuada para el cargo. Solo que Dios se estaba ocupando de convencerlos a ellos, y después a mí, de que yo era la persona adecuada. Aunque eso iba contra mis deseos en ese tiempo, no pude resistir el impulso soberano y todopoderoso del Espíritu Santo.
De manera parecida, yo también sentí la necesidad de reconsiderar la invitación que me había hecho el seminario de Dallas. Por eso puedo testificar, por mi experiencia personal, que usted puede creer que conoce realmente la voluntad de Dios, y a pesar de ello estar absolutamente equivocado. Pero, si lo está, el acicate del Espíritu Santo lo estará inquietando interiormente.
Es fácil conducir un automóvil que está en movimiento y llevarlo a la estación de gasolina para aprovisionarse de combustible. Pero es difícil que avance cuando se ha detenido en seco. Así, pues, si usted está dedicado a algo, haciendo sus planes y pensando bien el asunto, solo permanezca comunicativo. Al hacerlo, el Espíritu de Dios en nuestro interior es el que nos está guiando.
Ese impulso interior es crucial, porque con frecuencia no entendemos.
Adaptado del libro por Charles R. Swindoll, El Misterio de la Voluntad de Dios, (Editorial Caribe 2001), 53-68. Usado con permiso. Todos los derechos reservados mundialmente.