Conocernos a nosotros mismos, nos ayuda a entender y disfrutar de la vida que Dios nos ha dado. Ya que esto nos permite diferenciar lo que queremos y somos, de las voces y expectativas de los demás, teniendo presente nuestra misión y el llamado único que Dios nos ha hecho. Peter Scazzero en el libro Espiritualidad Emocionalmente Sana, establece: “El viaje de la transformación genuina hacia una espiritualidad emocionalmente sana, se inicia con el compromiso de permitirnos ejercitar nuestros sentimientos. Es una parte esencial de nuestra humanidad y personalidad como hombres y mujeres creados a imagen de Dios”.
La vida es un viaje de transformación, las pérdidas y el dolor, pueden ser una puerta para descubrir qué hay en nuestro corazón; sentir y comprender la gama de sentimientos y emociones con las cuales fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Pero es necesaria valentía y decisión para participar consiente e intencionalmente de lleno en el proceso de conocernos. Santa Teresa de Ávila escribió en su Camino de Perfección: “La mayoría de los problemas de la vida espiritual surgen de la falta de conocimiento de nosotros mismos”.
La reflexión como herramienta de transformación:
Cuando reconocemos y rendimos nuestras emociones, Dios se ocupa de nosotros, nos redescubrimos en su gracia y amor. Seamos claros, no seguimos ciegamente a nuestros sentimientos, sino que los entendemos y reflexionamos bajo la luz de la palabra. En nuestro tiempo de oración, a través de la guía y consejo de compañeros de responsabilidad y mentores, desarrollamos mejor nuestras disciplinas y prácticas espirituales. Pero principalmente que el amor de Cristo llegue antes que todo lo demás.
Peter Scazzero nos da otro concepto muy interesante: “Tómate unos minutos y reflexiona sobre el sentir de nuestro Dios, Tú has sido creado a su imagen. Dios piensa. Tú también piensas. Dios desea. Igualmente tú deseas. Dios siente. Tú sientes. Eres un ser humano creado a semejanza de Dios. Parte de esa similitud es la virtud de sentir. Cuando menos, el llamado del discipulado incluye precisamente el que experimentemos nuestros sentimientos, reflexionemos sobre ellos y luego respondamos de una manera reflexiva bajo el señorío de Jesús”.
Reflexionar sobre nuestros sentimientos, nos debe llevar a un tiempo de oración, de silencio y quietud, que puede ser complementado con la meditación en las escrituras buscando entender nuestro propósito en Cristo. Esto nos llevará a analizar nuestras relaciones a través de su amor. Pero esto es con base en una decisión deliberada, de empezar a desarrollar disciplinas espirituales que nos acerquen más a Dios.
Lo que más necesitamos en esta vida es a Dios y siempre vamos a necesitar trabajar en nosotros mismos. La lectura de este libro Espiritualidad Emocionalmente sana puede ser un pequeño paso que puedes dar para hacer los cambios necesarios para construir una vida cristocéntrica, plena y cimentada en la fe y el amor, tomando de la fuente todo lo necesario para enfrentar cada día.