Mateo 4
Cuando pensamos en lecciones de liderazgo, sin duda Jesús encabeza la lista de modelo a seguir. Los evangelios están llenos de lecciones sobre el liderazgo terrenal de Jesús. Pero un relato que en general excluimos es precisamente las las tentaciones Jesús enfrentó. En mateo 4 se nos relata la segunda tentación de Jesús en el desierto y encuentro una lección atemporal para el liderazgo cristiano.
Algunos escritores la llaman la tentación de la espectacularidad. ¡Se imagina el espectáculo que hubiera sido un hecho de semejante acrobacia ante una muchedumbre de testigos ‘ocasionalmente’ reunidos frente al gran templo de Jerusalén! Jesús como un acróbata arrojado al vacío desde el punto más alto de la ciudad y recogido en el aire por ángeles que lo lleven a salvo y sin peligro a tierra. Seguramente hubiera arrancado un fuerte aplauso y grandes vítores de parte del público.
Jesús rechazó convertirse en un acróbata del circo de Satanás. Rechazó los aplausos y los vítores del público. Jesús sabía muy bien a qué había venido al mundo y a qué no había venido. Ambos asuntos del saber son muy importantes. Por un lado, sabía que había venido a cumplir un ministerio de servicio por el cuál no recibiría aplausos pero que al final lograría llevar a muchos a la vida eterna. Por otro lado, sabía muy bien que no había venido a ser parte del circo de Satanás. No vino para andar sobre carbones encendidos, tragar fuego o poner su mano en la boca de un león para demostrar que era alguien importante. Debido a que Jesús sabía muy bien quién era y a qué había venido, pudo contrarrestar la tentación de Satanás, aunque ésta venía envuelta en la Palabra de Dios.
Me sorprende pensar cuán presente está la tentación de la espectacularidad en el liderazgo cristiano de nuestro tiempo. El pueblo quiere que sus líderes sean espectaculares, que sus familias sean perfectas, y que sus ministerios tengan algo novedoso y llamativo para mostrar al mundo. Por su parte, los líderes, seducidos por la fama y el heroísmo individual, han caído en el peligroso juego del show que desvirtúa al Evangelio y entretiene a personas que viven en el laberinto de una fe confundida que no lleva a ningún lado y mucho menos conduce a Jesús, el verdadero Salvador.
Los líderes cristianos necesitamos volver a un liderazgo que sea diferente al del mundo, aquel que rechaza la espectacularidad y busca alcanzar al necesitado lejos de las cámaras y las luces. La espectacularidad sigue siendo una difícil tentación para el liderazgo de hoy en día. Seguir el ejemplo de Jesús nos ayudará a resistirla.