Avanzando varios pasos hacia adelante en los sucesos que condujeron al arresto de Jesús, vemos las nubes de oposición aumentando y oímos los truenos de la crítica retumbando. Note cómo el Señor lo enfrentó. Vio que la guerra crecía y se intensificaba. Nunca ignoró la presencia del enemigo. Cuando la oposición iba creciendo, aunque oculta, todo era claro para Él. Y cuando las cosas llegaron al momento decisivo, habló como pocos jamás han hablado. No se preocupó en nada en cuanto a utilizar lenguaje políticamente correcto. Él no se preocupó por lo que pensaban de Él. Se mantuvo delante de Su Dios y pudo decir al final, en efecto: «He hecho lo que me enviaste a hacer». Nunca perdió de vista Su misión, sea quien fuera que se ofendiera, y sin que importara lo que eso significaba para Él en lo personal. Eso es gran liderazgo.
Vemos otro ejemplo del intrépido liderazgo de Cristo en Lucas 19, cuando Jesús limpió el templo. Por favor, entienda el escenario. En esos días había un acontecimiento que se realizaba con regularidad, y que se llamaba el Bazar de Anás, establecido por un ex sumo sacerdote y su familia tipo mafia para controlar el lucrativo negocio de la adoración en el templo. El bazar llenaba los bolsillos de la familia, y proveía fondos para su corrupta garra en el poder. Los principales sacerdotes aceptaban solo siclos acuñados en Israel, así que los cambistas de dinero dentro de los recintos del templo alegremente cambiaban cualquier moneda por siclos judíos por una tasa inflada, y se embolsaban la diferencia. Encima de eso, la ley mosaica decía que todo animal que se ofreciera a Dios tenía que ser sin defecto, así que los sacerdotes inspeccionaban a los animales que se traían para el sacrificio, y arbitrariamente rechazaban a los animales a fin de ofrecer un reemplazo apropiado por un costo. Irónicamente, el animal «apropiado» que se vendía al adorador que no lo sospechaba, había sido, apenas momentos antes, ¡el sacrificio rechazado de otro adorador anterior!
Era como si el Bazar de Anás tuviera por todas partes rótulos que decían trampa a gritos. El templo, que había sido diseñado para la oración, se había convertido en mercado del engaño. Jesús entró en esta escena, y Su enojo justo lo impulsó a actuar.
Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; más vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
Lucas 19:45–46
¿Puede imaginarse la escena? En todas las pinturas que he visto de Jesús, se le ve medio vivo y medio muerto, como una especie de monje adolorido, apoyándose contra algo o doblegado. Pero Lucas 19 nos muestra a Jesús con un látigo, volcando mesas y sillas, empujando animales y expulsando del templo a la gente. En tanto que muchos del pueblo se sintieron atraídos a Su liderazgo decisivo, Su determinación sin acomodos, y Su vida de principios, los dirigentes ilegítimos de Israel se sintieron amenazados:
Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
Lucas 19:47
Las cosas suceden de la misma manera hoy. En una generación pasada, mientras todo el mundo decía que la Primera Guerra Mundial era la guerra para acabar con todas las guerras, Adolfo Hitler tramaba sus insidiosos planes para volver a armarse y surgir de nuevo. Lo mismo es cierto en todo ámbito de liderazgo hoy. Hay una guerra que tiene lugar, ¡aunque uno no pueda verla! El complot para matar a Jesús no se hizo en un anuncio por un sistema de altoparlantes. La conspiración contra Jesús se desarrolló a puertas cerradas, en las sedes religiosas en donde el mal a menudo está al acecho, en donde muchos no piensan ni con claridad ni bíblicamente; sino a menudo por motivos políticos y egoístas.
Pero el liderazgo de Jesús ante el pueblo seguía frustrando los planes de sus oponentes: «Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole» (19:48). Estos hipócritas tenían un problema entre manos. El público en general pensaba: Finalmente, alguien está dispuesto a asumir una posición, a llamar las cosas tal como son, ¡y a motivar el cambio real! ¡Eso es liderazgo!
Extractado de Liderazgo Audaz en un mundo Corrupto, como liderar con perseverancia de Charles R. Swindoll. (Plano, Texas, IFL Publishing House, 2011)