Ahora, veamos un ejemplo de cómo el liderazgo audaz de Jesús miró directo a los ojos de Sus opositores. Sus críticos venían de Jerusalén, su sede, viajando al norte a Galilea a fin de confrontar a Jesús respecto a Sus normas de procedimiento, costumbres y personal. Este es un momento tenso. La nube de la oposición crece en el horizonte, y la tormenta se avecina.
Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
Mateo 15:1-3
Para apreciar esta confrontación, hay que entender un par de cosas. Primero, Jesús destacó la diferencia entre la tradición de los ancianos judíos y el mandamiento de Dios. La expresión «el mandamiento de Dios» se refiere a la ley de Moisés, que los hebreos conocían como la Torá, Génesis a Deuteronomio, los libros de Moisés, la palabra escrita de Dios, que no había que quebrantar, sino solo obedecer. Pero en esos días, los fariseos y los dirigentes religiosos habían añadido a la ley mosaica cosas que Dios no había ordenado. Segundo, para esos hombres, la obediencia a las tradiciones era de igual importancia como obedecer los mandamientos de Dios. En el proceso de una tradición que crecía, asignaron igual responsabilidad a sus reglas y tradiciones como a la ley mosaica. Habían establecido un sistema elaborado de lavamiento santo de manos, que había que realizar antes, después y durante cualquier comida. Dios no lo exigía; ellos lo exigían. Así que vieron a los discípulos que tenían mucha hambre, arrancando y comiendo algunos granos mientras seguían a su Rabí. Por supuesto, no se habían lavado las manos como exigía la tradición. Así que los fariseos preguntaron: «¿Por qué tus discípulos no obedecen nuestras tradiciones?»
Jesús miró a estos hipócritas religiosos directamente a los ojos y contestó en efecto: «Ustedes han invalidado la Palabra de Dios al cambiarla». Mire lo que dijo:
Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
Mateo 15:4-6
Y como si eso no fuera suficiente para avergonzarlos luego citó un pasaje de Isaías y les aplicó a ellos el mensaje:
Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres. (15:7–9)
Mateo 15:7-9
¡Hablando de liderazgo valiente! ¿Cuándo fue la última vez en que usted tuvo el valor de tildar a alguien de «hipócrita»? Probablemente nunca; por lo menos no en su cara. Jesús se mantuvo firme y los llamó lo que eran. La espada de la verdad tenía solo un blanco: el corazón. Y cuando el corazón de un hipócrita es perforado, sangra resentimiento, y, a la larga, odio. Esa fue exactamente la reacción que vemos en estos opositores. He dibujado una carita sonriente en mi Biblia, junto al versículo 12. Al leerlo, entenderán por qué: «Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?» (15:12)
¿Piensa usted que a Jesús le importó? ¡Por supuesto que no! Si levantarse por la verdad a veces quiere decir poner una cuña en las relaciones de familia, por cierto, quiere decir ofender a los opositores hipócritas. Esto se aplica al liderazgo en todo aspecto. No sé cómo alguna vez pudiéramos disciplinar a nuestros hijos si en cierto momento no los ofendiéramos. En mi propia vida, no pienso que alguna vez algún castigo o disciplina en realidad sirvió de algo, a menos que haya habido un momento de ofensa que captó mi atención.
Espero que usted esté empezando a ver el carácter personal de nuestro Señor Jesús. La imagen falsa de Jesús solo como blando, manso, enclenque y callado, ya nos ha afectado lo suficiente. Ese no es Su estilo de liderazgo. Él no se limitó a dar un paso atrás, dejar que las cosas sucedan, y aceptar a todos sea como sea. Sí, fue gentil, fue bondadoso, fue humilde de corazón, expresó gracia, y perdón, y comprensión y aceptación. Pero cuando encontró el mal, cuando llegó al punto en que los acomodos traicionarían la verdad de Dios, llamó a las cosas como son: hipocresía.
Extractado de Liderazgo Audaz en un mundo Corrupto, como liderar con perseverancia de Charles R. Swindoll. (Plano, Texas, IFL Publishing House, 2011)