En mi libro Historias Fascinantes de Vidas Olvidadas examiné las vidas de algunas figuras menos conocidas de la Biblia que tienen algo significativo que enseñarnos. Si hubiera incluido a todos los que hubiera querido, el proyecto podría haberse convertido en una obra de varios volúmenes. Uno de los que consideré fue Caleb. Me gusta llamar a Caleb «el guerrero original». En un momento verá por qué.
Caleb aparece primero junto a Josué y a otros diez hombres, en Números 13:1–2. Dios acababa de librar a la nación de Israel de la esclavitud en Egipto, y los llevó a través del desierto bajo el liderazgo de Moisés. Acamparon en una región desértica llamada Cades-barnea, justo al sur de la Tierra Prometida, la tierra de Canaán. Allí la nación seleccionó a doce hombres para que exploraran el territorio que debían conquistar. Estos doce espías debían descubrir qué tesoros y desafíos enfrentaría el pueblo de Dios de modo de poder trazar un plan eficaz.
Imagínese la escena. Los dirigentes de la nación se reúnen para oír el informe. Los doce hombres llegan a la asamblea doblegados por la carga de uvas y granadas, y relatos fantásticos de lo increíblemente fructífera y diversa que es la tierra. Tierras altas con abundante lluvia para viñedos, praderas para rebaños, montañas para frutales, granos y olivos, valles ubérrimos para siembras, valles áridos para higos, un gigantesco lago de agua dulce repleto de peces, una lla- nura costera fértil, abundantes fuentes de agua dulce . . . pero . . . mas . . .
Palabra poderosamente destructiva en la mayoría de casos. Pero. Mas. A pesar de la promesa de Dios, a pesar de la demostración de la fidelidad y poder de Dios, a pesar de lo increíblemente buena que la tierra es . . . «Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac» (Números 13:28).
Los hijos de Anac eran personas enormes. Su estatura legendaria dio lugar a una expresión común entre los cananitas: «¿Quién puede resistir ante los hijos de Anac?» Estos eran los jugadores de baloncesto o los defensas del fútbol estadounidense de su día. Imagínese enfrentarse a las filas intimidantes de un ejército de Shaquille O’Neals (170 kilos, y más de dos metros veinte de estatura).
En medio de las objeciones de la mayoría, un Caleb de cuarenta años pasa al frente y hace callar a la multitud. Me encanta su recomendación sencilla y directa: «Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos» (Números 13:30). Oiga la respuesta quejumbrosa de los diez espías sin fe: Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos. (Números 13:31–33)
Puedo imaginarme la conversación una vez que la reunión empezó a disolverse. «Caleb: ¿viste tú lo mismo que los otros diez hombres vieron?» «Así es». «¿Te das cuenta de lo grandes que son esos hombres?» «Sí. Pero, ¿te has olvidado de lo grande que es Dios? ¿Recuerdas lo que él les hizo a los egipcios? ¿Recuerdas el Mar Rojo? Dios dijo que él nos iba a dar esta tierra. Así que, ¿por qué estamos aquí parados con las rodillas castañeteando, midi- endo enemigos y preocupándonos por ciudades fortificadas? Tenemos a Dios de nuestro lado. ¡Adoptemos una actitud de fortaleza y vamos a conquistarlos!»
Quisiera que el versículo que sigue dijera: «Así que todo el pueblo cobró valor en el Señor su Dios, y empezó a hacer preparativos para recibir de la poderosa mano de Dios la dádiva de Canaán». Pero no es así. El siguiente versiculo empieza con precisamente lo opuesto: «Entonces toda la multitud habló de apedrearlos» (Números 14:10).
Es un hecho triste que una actitud positiva frente a los retos de la vida a menudo será recibida con hostilidad. Igualmente triste, los que tienen fe genuina en Dios serán la minoría la mayor parte del tiempo.
Como resultado de la desobediencia de la nación, Dios declaró que todos ellos deberían deambular por el desierto por cuarenta años: tiempo suficiente para mueran todos los que se habían puesto del lado de los diez sin fe. Sin embargo, Dios en efecto prometió que tanto Caleb como Josué entrarían en la tierra y se apropiarían de su recompensa.
Adaptado de Enfrente la Vida con Buena Actitud de Charles R. Swindoll. (Cupertino, California, Editorial DIME , 2013)
Fotografía: Johannes Ludwig en Unsplash