Preocupación, estrés y ansiedad

Fotografía de persona orando
Probablemente todos sentimos preocupación, estrés o ansiedad en distintos momentos de nuestra vida. Es normal experimentar tales emociones; del mismo modo que disfrutamos el gozo o la sensación de bienestar. La vida humana es un cúmulo de emociones. Pero es otra realidad, como sucede ahora mismo, sentirnos ansiosos cuando abundan las razones para estarlo. La amenaza a la salud y la vida por un virus desconocido es real e intimidante. La incertidumbre de lo que vendrá después de la pandemia es grande. ¿Tendré o no trabajo? La economía del país, ¿cuándo tiempo tomará recuperarse? ¿Cuándo tendremos acceso a una vacuna? No hay respuestas. Nadie sabe. Los expertos solo especulan.

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¿Los cristianos estamos exentos de sentir preocupación, estrés y ansiedad?

Probablemente todos sentimos preocupación, estrés o ansiedad en distintos momentos de nuestra vida. Es normal experimentar tales emociones; del mismo modo que disfrutamos el gozo o la sensación de bienestar. La vida humana es un cúmulo de emociones. Pero es otra realidad, como sucede ahora mismo, sentirnos ansiosos cuando abundan las razones para estarlo. La amenaza a la salud y la vida por un virus desconocido es real e intimidante. La incertidumbre de lo que vendrá después de la pandemia es grande. ¿Tendré o no trabajo? La economía del país, ¿cuándo tiempo tomará recuperarse? ¿Cuándo tendremos acceso a una vacuna? No hay respuestas. Nadie sabe. Los expertos solo especulan.

La vida cristiana no está exenta de la preocupación, el estrés o la ansiedad

En la Biblia hay muchos ejemplos de personas fieles que expresan confusión, miedo o ansiedad. En los Salmos hay oraciones de ese tipo que llamamos lamentos. Pero también la Biblia incluye consejos como … no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento y bebida, o suficiente ropa para vestirse. ¿Acaso no es la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? (Mt. 6:25 NTV). Esta es una exhortación clara y directa. Pero, ¿es realmente así de simple? ¿Está mal preocuparse? ¿Es posible no sentirse ansioso por nada? De nuevo, la experiencia de los salmistas nos dice que no. Preocuparse es una realidad humana. Ellos sufrieron ansiedad y a veces se deprimieron también. Y supieron hablar sobre ellos con Dios.

En suma, sabemos por la experiencia humana y por las ciencias médica y psicológica, que las luchas con la preocupación, el estrés o la ansiedad son reales en la vida de los cristianos. Así que, tomando en cuenta toda la Escritura y renunciando al camino de las soluciones simplistas; consideremos dos verdades muy pertinentes en circunstancias como las que vivimos ahora. Primero, el apóstol Pedro nos alienta con estas palabras: Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes (1 P. 5:7 NTV). El segundo consejo es del apóstol Pablo: No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús (Fil. 4:6-7 NTV). Ya volveremos a estos dos consejos, pero antes haremos tres distinciones importantes.

Tres distinciones claves

La preocupación es lo que sucede cuando tu mente se obsesiona con pensamientos negativos, resultados inciertos o cosas que podrían salir mal. Cuando pensamos en una situación incierta o desagradable, como no poder pagar la renta o perder el trabajo, nuestro cerebro se estimula. Al preocuparnos atendemos ese estimulo y nuestro cerebro se tranquiliza. Eso es preocuparse, enfocarse en algo que exige nuestra atención. Es probable que la preocupación nos lleve a resolver el problema, lo cual es positivo. Pero, cuando nos obsesionamos con un problema que no podemos resolver, esa preocupación deja de ser normal o saludable.

El estrés es la respuesta fisiológica provocada por un hecho externo o factor estresante. Este factor puede ser una circunstancia como la pandemia del coronavirus; o una visita al médico para conocer los resultados de un análisis. La respuesta fisiológica puede ser perder el sueño o el apetito. El problema es cuando tu cuerpo se queda en este estado alterado de manera continua. Entonces el estrés crónico ocurre. Eso sucede cuando el problema no se resuelve en corto o mediano plazo.

La ansiedad es la emoción resultante de la preocupación -el elemento cognitivo- más el estrés -los síntomas. Esto significa que experimentamos la ansiedad tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo.

Resumiendo, podemos decir que la preocupación ocurre en tu mente, el estrés en tu cuerpo y la ansiedad en tu mente y en tu cuerpo. Son experiencias humanas parecidas, pero no iguales.

Frente a esta realidad, ¿qué nos aconseja la sabiduría de Dios?

Volvamos al consejo del apóstol Pedro. Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes (1 P. 5:7 NTV). La palabra que Pedro elige en su carta cuando habla sobre la ansiedad, puede definirse como un sentimiento de miedo o angustia ante un posible peligro o desgracia.

Lo primero que afirma esta verdad de Dios es que los cristianos experimentaremos preocupaciones y ansiedades. Es un hecho. El apóstol Pedro no dice cuídense o evítenlas. Dice que las tomemos todas y las depositemos con Dios. Lo segundo es que nos ofrece una poderosa y única razón para dejar que Dios se ocupe de nuestras cargas de preocupación, estrés o ansiedad: porque él se interesa por ustedes (DHH). ¡Qué alentador!

Y ahora, veamos de nuevo el consejo del apóstol Pablo. No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús (Fil. 4:6-7 NTV).

Igual que Pedro, Pablo está consciente que los cristianos batallamos con la preocupación, el estrés y la ansiedad. Frente a ellas, Pablo quiere que los cristianos reconozcamos nuestra dependencia de Dios y su provisión, aun en medio de las dificultades. ¿Cómo lo hacemos? Orando, comunicando a Dios nuestras necesidades y con una actitud agradecida. El resultado es que esto conducirá a la paz. La palabra griega usada por Pablo transmite una riqueza de significados: bienestar, prosperidad, libertad de ansiedad, seguridad contra daños y liberación de enemigos. Finalmente, Pablo imagina la paz que Dios nos provee como a un soldado que protege los corazones y las mentes de los creyentes de la ansiedad, el miedo y la duda.

Implementemos la receta

Si esta reflexión sobre el consejo de Dios te recuerda que sobrellevar la pandemia ha sido difícil para ti, es porque es dolorosa. Ha provocado mucha incertidumbre y temor; además de mucho dolor dentro de nuestras familias o las de amigos cercanos.

  • Entonces, celebra que no eres débil ni inmaduro por sentir el peso de esta experiencia. No eres mal cristiano si esto ha provocado que te sientas ansioso.
  • Se compasivo en la dificultad contigo y con los demás. Dale una dosis extra de gracia a tu vida, cubriendo tus heridas con mucho cuidado. Sabiendo que esta es la actitud de nuestro Dios hacia nosotros. ¿Por qué? …porque él cuida de ti.
  • Cree, practica y comparte el consejo de Dios al descargar con Él tu ansiedad. Hazlo cambiando la preocupación por la oración libre y franca, llena de gratitud, pero sin ocultar tus necesidades.

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